Pequeñísimos clones de Omar cayeron sobre el pollo, sobre el plato, sobre la mesa. Muchos quedaron atrapados en la salsa y terminaban directo en bocas ajenas. El resto corría intentando escapar, entre copas y cuchillos, de la mano fatal que se cernía sobre ellos. Muchos Omares caían del mantel. Otros tantos se escondían en las servilletas, o debajo del borde de los platos. Otros eran lo que eran: Pimienta.
1 comentario:
Es difícil alejarse de Cortázar, me gustó. El de las vacas me hizo reír mucho. Saludos.
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