sábado, 29 de agosto de 2009

Yo soy la morsa.



Soy hombre-huevo, son hombres-huevo, ¡yo soy la morsa! cu-cu-c-chú, cu-cu-c-chú.

sábado, 22 de agosto de 2009

El viudo.

Te retraté en el espejo para poder asomarme sobre tu hombro a la hora de ponerme la corbata.

martes, 18 de agosto de 2009

Mosquitos.

Para Zamara.

Pocos saben que los mosquitos apagan sus alitas-turbina y caminan desde tu vientre hasta tu oído para escuchar las cosas lindas de tus días. Luego se escapan, despacito, y procuran robarse un chorrito de tu sangre para no olvidarte.

domingo, 2 de agosto de 2009

Tres (breves) historias de la Ciudad de México.


Jamaica.

Le consiguió un libro del ochocientos encuadernado en cuero. Lo mantuvo en su cuarto tres meses, una semana y cuatro días sin decidirse a entregárselo. Alguna mañana cerró un libro -cualquier libro- y decidió que había descubierto lo que le hacía falta: fue al mercado de Jamaica y se dedicó a robar o a pedir flores.

Cuando ella lo abrió, se encontró con una flor distinta cada tres páginas.


Metro.
Me tomó la mano.

No sé por qué, pero tomó mi mano de la nada. Yo volteé a verla, y era linda, y era morena, y tenía los ojos ligeramente rasgados, y clavaba la vista al frente, y recargaba la espalda contra la puerta. Y no supe decir nada, pero decidí perder también la vista en el vacío sin soltarme de su mano.

Por el movimiento del vagón nuestros hombros colapsaron, pero decidimos no separarlos. La gente, toda la gente del mundo decidió entrar al vagón al mismo tiempo. Nos aplastaron, pero nos aplastaron juntos. Nos aferramos al otro, a los brazos del otro, como desesperados. Recorrimos cuatro estaciones abrazados, sin cruzar palabra. Transbordamos en la misma estación, nos salvamos de todos, nos guiamos entre todos, siempre de la mano. Esperamos en el andén, cómplices, callados. Hizo que me sentara, se sentó en mis piernas, me olisqueó el cuello. Se levantó, me besó la frente, me dijo “hoy te quise”.

Luego se fue.


Marcadores.
Caminando por el mercado de Sonora se encontró un letrero que decía "Se venden marcadores para marcar recuerdos".

No dejó de sonreír todo el día.