lunes, 26 de noviembre de 2007

Cinco letras

-No sé, a veces se me pierden las letras; principalmente las vocales, las consonantes terminan siempre por ser las traviesas-

-¡No las pierdas! Son muy pocas...-

-Quizá solo queden 5 y se me colgaron de la lengua-

-A veces me duelen las letras...-

-No hay pomadas para el dolor de letras; ni vitaminas para su insuficiencia-

-No, chance y nada más se han inventado sus vacunas-

-Y los escritores al inyectarlas cantan: "ahi viene la A alzando los pies con sus dos patitas muy abiertas como ves..."-

-Jajaja, ¿Y asi los niños no lloran?

-No, no lloran, pero ellos pierden las vocales después-

-Y no lloran-

-Y no lloran...-

-Pero hay veces en que alguna pedrada tira alguna letra ocasional... y no hay vendajes para la hemorragia de palabras-

-como tintero roto-

-como goteras en la máquina de escribir-

-y no hay vendajes-

-no, ahora se cose-

-Y, ¿de qué es la aguja?-

-¿De qué es el hilo?-

-El hilo, de mis cuerdas vocales-

-La aguja, depende de a donde corra-

-¿y si corre a donde no debe?-

-¿y si dice lo que no puede?-

-ehh...-

-dilo y ya, ya sabemos ambos que es-

-yo no sé que es, ¿no ves que no tengo letras?-

Erótica en reversa

Apago el cigarro que encendí con la mano izquierda mientras mi otra mano queda atada a tu seno después de haber caído del vórtice final del placer que se fue desenvolviendo entre tu último aullido y mis más serios vaivenes y tus uñas rasgando mi espalda y mi cuerpo entrando en el tuyo y tus dientes en mi pecho y mis labios húmedos después de salir de entre tus piernas.


Tu ropa cayó y yo mordí después de lamer/ después de besar/ después de acariciar tu ombligo en el momento en que completamente vestidos caemos en la cama sin escuchar los gritos de disgusto del vecino cuando lo atropellamos en nuestra carrera por las escaleras a la hora de volver del café donde presumíamos a tu amiga Lorena el que somos capaces de hacer el amor al derecho y al revés, e inclusive de reversa.

jueves, 25 de octubre de 2007

Disneylandia.

Me separé de la mano de mi madre para ver, fascinado, a los Dumbos mecánicos que daban vueltas en el aire. Era mi primera vez en Disneylandia, y cuando volteé, no encontré ningún rostro conocido. Mi madre y mis abuelos habían seguido caminando sin notar mi ausencia. Tendría apenas cinco años, y el miedo se me hacía tierra en la garganta. Me quedé quietecito, con lágrimas en los ojos, gritando "Mamá". Dos gringas, fofas ya, se acercaron a preguntarme quién sabe qué cosa. Sólo entendí "mommy", así que supongo que me preguntaban si la había perdido. Me sentí incómodo, estorbaban. Escuché que gritaban "Beto" y vi que mi madre venía hacía mí. Yo corrí hacia ella, -¿cómo no podía hacerlo?- y nos dimos un abrazo tremendo.

Entre las lágrimas me di cuenta de lo espectacular del abrazo. Tan hollywoodesco fue, que le dije "a ver, otra vez" y me separé de ella, y volví a correr a sus brazos.

Qué ridículo era.

domingo, 21 de octubre de 2007

Crónica con Omar Pimienta como personaje

Pequeñísimos clones de Omar cayeron sobre el pollo, sobre el plato, sobre la mesa. Muchos quedaron atrapados en la salsa y terminaban directo en bocas ajenas. El resto corría intentando escapar, entre copas y cuchillos, de la mano fatal que se cernía sobre ellos. Muchos Omares caían del mantel. Otros tantos se escondían en las servilletas, o debajo del borde de los platos. Otros eran lo que eran: Pimienta.

El mármol

Estaba muy nervioso: era mi primera vez. Esperé un buen rato mientras masajeaba, a través del bolsillo, mi pistola. Cuando se desocupó, me acerqué temblando a ella. ¡Qué labios! casi no podía creer lo que iba a hacerle. Me pidió mi nombre y me dijo "¿Cuánto?". Le di uno falso e inventé una cifra. Mientras se agachaba, saqué discretamente mi arma. ¡Cómo me temblaba la mano! Me parece que se la acerqué a la boca cuando no estaba viendo. No lo recuerdo muy bien. Casi pudo darle un lengüetazo, pero no lo hizo. Se me quedó viendo a los ojos y me dijo: "¿Es tu primera vez?". Creo que asentí durante el intercambio de dinero. Tartamudeaba. Nunca había hecho algo así. Fue una sensación deliciosa cuando hizo exactamente lo que le pedí; una conexión privada, única entre sus ojos y yo. Cuando acabó todo me sonrió y dijo que estuve muy bien para ser mi primera vez. Enfundé lo que había que enfundar y salí de ahí. Creo que hasta le dije gracias.

Me sorprendió el tiroteo mientras salía, caí empapado con mi propia sangre. La muy puta había llamado a los policías. El mármol del banco quedó manchado.

Hipopótamos en Kansas (featuring Woody Allen)

Es que todo esto es un malentendido. Yo realmente nunca quise hacerlo. Digo, sí. Bueno. Sí, sí, yo sé que haber hecho... ajam, eso, 32 veces es "muchas veces para no querer hacerlo". ¡Pero es que ustedes no entienden el contexto!. Yo nunca quise hacerle eso a esas vacas. Verán, en realidad, lo que yo quería era- No, bueno, sí. Es que no entienden, ¡no entienden!. Yo sólo... ¡Es que no es algo tan grave, caray! Maté unas cuantas vacas y ya. Y no es como que eran personas o algo así. Eran vacas nada más. Además, no era mi intención, en realidad lo que quería- Si, sí estoy consciente de que las vacas no eran mías. ¡Cómo si no supiera que eran de Mr. Lockwood! Pero... es que ustedes no entienden...

Miren, vean, yo lo que hacía era llegar al rancho con mi disfraz de vaca. Me escurría entre la vacas y fingía que era amigo de ellas. ¡Cuantas veces no nos encontrábamos masque que masque hierba codo con codo!. Eventualmente, cuando el baboso de Timmy nos metía al establo, yo comenzaba con mi modelus dandi's... modelus dandi's... ¿así se dice no? ¡ah! modus operandis. ¿Cómo iba a saber yo?, Pero en fin. Agarraba y me quitaba el disfraz, me acercaba a alguna vaca dormida y la comenzaba a asfixiar. Sí, así lo hacía. Pero, ¡vamos! ¡que las vacas no sufrían nada! Estaban dormiditas y ya nomás no, no despertaban. Pero lo que yo quiero que ustedes entiendan es que no era mi culpa... Bueno, sí era mi culpa, pero nunca fue mi intención hacerles daño. Y en realidad no les hacía. Nomás se dormían y ¡caput! quedaban muertas. Pero es que en realidad, lo que yo quería era matar-

¿Que cómo me atraparon? ¿Qué no ya saben? Imagino que ya todos saben. ¡Ah! Para la declaración. Está bien, ta bien. Pues, es un tanto vergonzoso de hecho. Un día me quedé dormido antes de matar a Clara. Clara, la vaca. ¡sí, también tienen nombres!. Ah, si; bueno. Pues me quedé dormido sin querer, y el babosito de Timmy intentó ordeñarme por la mañana. ¡No tienen idea de cómo duele eso! ¡Es una crueldad para los animales!... Ajam, si, ajam... ¡Pero yo no las lastimaba! Nomás se dormían y ya... no les arrancaba la piel con la cosa esa...

Pero... es que ustedes no entienden. Yo nunca quise matar vacas. Mi sueño era distinto, pero me tuve que conformar con lo de las vacas; porque, díganme ustedes, ¿cuándo han visto vagar hipopótamos en Kansas?

Cuestionario Proust.

1) ¿Cuál es tu idea de felicidad perfecta?
tener tiempo.

2) ¿Cuál es tu miedo más grande?
El ridículo.

3) ¿Cuál es la figura histórica con la que mas te identificas?
Caín

4) ¿Cuál es la persona viva a quien mas admiras?
Mi abuelo, Sabina, Benedetti.

5) ¿Cual es la característica que mas te desagrada de ti mismo?
Soy arrogante, eso me desagrada.

6) ¿Cuál es la caracteristica que mas te desagrada en la gente que te rodea?
La indiferencia.

7) ¿Qué es lo que mas valoras en tus amigos?
Que sean mis amigos.

8) ¿Cuáles son las frases o palabras que mas digo?
coño, carajo, ajam, un par de dos.

9) ¿Cual es tu travesía favorita?
Un viaje en tren.

10) ¿Cuál consideras que es la virtud mas sobre valorada?
El respeto (el incondicional).

11) ¿En qué ocasión mientes?
Cuando respondo el cuestionario Proust.

12) ¿Qué es lo que mas te desagrada de tu apariencia?
Mis manos.

13) ¿De qué te arrepientes?
De haberme perdido de conocer a varios tipos excelentes

14) ¿Quién es el amor mas grande en tu vida?
Y matare contigo si te mueres

15) ¿Cuándo y cómo fue la ocasión en que fuiste más feliz?
Fue una tarde y llorábamos.

16) Si pudieras cambiar una cosa en ti ¿Qué sería?
Tendría más vello.

17) ¿Cuál es tu logro mas grande?
No haberme muerto

18) ¿Cuál es tu posesión mas preciada?
un par de libros, ciertas películas y una máquina de escribir.

19) ¿Cuál seria para ti la miseria mas profunda?
desconsuelo. (con la de del desconsuelo que arranqué del diccionario/ remendé mi parasol pa' cuando llueva) desolación

20) ¿Dónde te gustaría vivir?
D.F., Madrid, N.Y., Montreal.

21) ¿Cuál es tu característica mas marcada?
lo azul (¿Qué, no te habías dado cuenta?)

22) ¿Cuál es tu mayor extravagancia?
no tengo, soy la persona más común y corriente que puedas encontrar.

23) ¿Cuál es la cualidad que mas admiras en un hombre?
compañerismo.

24) ¿Cuál es la cualidad que mas admiras en una mujer?
il cuore

25) ¿Quiénes son tus escritores favoritos?
Benedetti, Saramago, Cortázar, Quevedo.

26) ¿Quiénes son tus músicos favoritos?
Sabina, Silvio, Serrat, Aute, Marcial Alejandro, David Haro, Rafael Mendoza, David Aguilar, Regina Spektor.

27) ¿Cuál es tu libro favorito?
Primavera con una esquina rota.

28) ¿Quién es tu héroe de ficción favorito?
Jean de Pardaillan

29) ¿Cuál es tu personaje histórico favorito?
Aníbal, Enrique IV (Francia)

30) ¿Cuál es tu lema?
no existe una vida más lujosa que la de vivir sin teléfono y sin coche.

31) ¿Cómo te gustaría morir?
prefiero no estar ahí cuando eso suceda.

Neurosis (plática de frente)

¿Estás cómodo? Deberías; esa silla me costó un ojo de la cara. Sabes, me gusta esto de estar sentada frente a ti sabiendo que no puedes responderme... tu tono de voz me daba ganas de matarte. Tu simple presencia para serte sincera. Pero ahora no, ahora estoy muy cómoda aquí, arrumbada en el sillón sin hacer más que hablarte. Si vieras tus ojos en este momento, pareces a punto de llorar. Tengo la impresión de que me puedes escuchar, o que estás arrepentido de lo que me hiciste. Pero han de ser sólo suposiciones. ¿Lloras? Limpiaría tus lágrimas pero la verdad es que me da flojera levantarme. Además, tú solías hacer lo mismo conmigo; abandonarme en mi cuarto con lágrimas y moretones. Pero ahora tengo el gusto de verte llorar a ti... humillado. Te veo inmóvil y me satisface enormemente. ¡Carajo! Déjame ir por la puta cubeta. ¿Dónde la había dejado? Ah, aquí está.
Ten, deja caer tu vómito aquí. Procura no ahogarte, todavía no ha sido suficiente tiempo. Jejeje, es chistoso ver como vomita alguien sin moverse. ¿Ya fue todo? Deja limpiar este desastre. Tanto que me hiciste sufrir antes y mírame, limpiando tu vómito del piso. La vida da tantas vueltas ¿no? Bueno, la verdad es que ahora eres algo así como mi responsabilidad. Por lo menos la responsabilidad de mis actos. Pero no te preocupes, no me molesta desperdiciar parte de mi vida y mi juventud en ti, lo prometo. Es más, me satisface verte muerto en vida. Verte morir lenta y dolo- ¡Mierda! ¡Hijo de puta, me vomitaste toda! Voy por un trapo. Si vomitas, vomita en la pinche cubeta, no en mi. Pendejo. ¿Sabes que? Creo que vomitaste sobre mi a propósito, creo que me estuviste escuchando y que esperaste que estuviera cerca para hacerlo... bueno, serán suposiciones otra vez ¿no?. Deja te limpio la boca... ¿Qué fue eso? ¿Te moviste? Pero si el doctor dijo que no te volverías a mover... ¡No!, no lo hagas, no te muevas ¡No te muevas! ¡Te estoy diciendo que no te muevas! Yo- yo no quiero que te muevas... yo te quiero aquí, junto a mi... conmigo. Tú ya sabes que si un día te levantas de esta silla, o si ya no necesitas que te de en la boca las pastillas, tú sabes que si te levantas y me dejas te vuelvo a aventar por la colina. Por que mi vida de mártir, padre, mi vida de mártir no me la quitas.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Tres y media.

1

Cuando a Marcial le dijeron que se moría, salió del consultorio del doctor Reyes para encontrarse con un pueblo de las tres de la tarde completamente vivo y cotidiano, o sea, vivo e indiferente. Un pueblo que no tiene encima el fardo de una pena de muerte, ni de cincuenta años malgastados. Salir del consultorio y encontrarse de frente a la puta vida, mientras se va deshilando la que queda; salir mientras la llama se apaga, y no encontrar mechero, infierno, veladora que la encienda; salir a un pueblo de las tres y cinco dejando de ser un ciudadano corriente para entrar de golpe a la casta de los moribundos, aquellos indeseables. Aquellos que tienen sellado el porvenir del mal morir, aquellos que no tienen la condena latente, sino firmada, del destierro de la vida; aquellos pobres diablos que, como doña Beatriz, se sientan en la calle con su poca vida a esperar que la muerte no se los lleve en viendo el techo en la cama; o, que como Brunno, hijo de los Salazar, viven la muerte en vida: con el cerebro seco pero el corazón latiendo. En fin, de golpe ser parte de aquellos imbéciles que solo esperan... no, cuál esperan; aquellos que desean, ansían que les llegue sin tanta prórroga el último segundo.

Entrar vivo al consultorio y salir sentenciado a un pueblo de las tres y siete, hora en que sólo los turistas pasean por la plaza sin quiosco que está frente al consultorio, hora del sol despiadado y sin nubes, hora en que no hay nada abierto pues todos o casi todos salieron a su hora de comer, salir sin más esperanza que morir de repente, o no morir nunca, y no en dos a tres semanas. «¡Adiós, don Marcial!» dice el chico Bojórquez cuando pasa frente a él con su bicicleta. "Adiós" le dice el niño, y a Marcial le sabe amargo. Por lo bajo, lo manda a chingar a su madre. «Al fin y al cabo» se dice con los resabios del rencor «Si bien se piensa él también se está muriendo, o por lo menos sé que se va a morir algún día; y no razones que detengan a la muerte. Quién quita y a la vuelta de la esquina se cae y se rompe la cabeza con una piedra". Se dice al tiempo que se maldice por pensar tal barbaridad. Si no se persigna (cosa comprensible puesto que no es mal católico) es porque en algún rincón de su alma culpa a Dios por su mala memoria, lo culpa por haberlo olvidado, y cree justo que él también se pueda dar el lujo de olvidarlo. Es, a fin de cuentas, un hombre que al conocer su destino lo busca en los ojos de los demás, quizá como finta a su corta realidad o como expresión del odio recién estrenado hacia su futuro.

3

El pueblo de las tres con nueve con polvo pero sin viento, el pueblo de las tres y diez con sol y sin sosiego, el pueblo de las tres y once con el pueblo de las tres y doce comiendo, el pueblo de las tres y trece con un viejo agónico que atraviesa en diagonal la plaza, el pueblo de las tres y cuarto preparado a tachar a alguien más de la lista.

4

«¿Qué es la muerte?» se cuestiona ingenuo, como el que pregunta por el aspecto del presidente cuando está a dos pasos de darle la mano. «¿Qué es la muerte?» se repite pero no se contesta. No se atreve a hacerlo, niega la respuesta para negarse a sí mismo lo que ya sabe. La banca de la plaza sin quiosco del pueblo de las tres y veinte le da asiento a su cuerpo con preguntas; pero el árbol de la plaza sin quiosco del pueblo de las tres y veintiuno le da sombra viva a sus respuestas.
No eleva, ni se le ocurre elevar su pensamiento ni a su esposa ni a sus hijos, ni a sus padres fallecidos, ni a los amigos que se le fueron. Tampoco comenzó a lamentarse por sus posesiones materiales ni por la vida que había vivido. Reflexionó en cambio en su pasado tan pasado y, sobretodo, en su futuro tan seguro. Sus pensamientos no caen en los lugares comunes de los condenados, su corazón no pesa tanto como sus ansias de vida; su memoria no quiere aprovechar estos días para retroceder: su memoria, sencillamente, no quiere dejar de crecer.

5

La banca verde de la plaza con polvo y sin quiosco del pueblo de las tres y veinticinco lo ve levantarse, dejando, al momento en que se alza, toda su congoja, su auto-compasión, reemplazándolo a su vez, por el coraje, por la rabia. Dejando inundar su cuerpo por algo semejante al odio, da tres pasos y trastabilla; cierra los ojos y ve, a través de los párpados, un mundo de sombras teñidas de rojo. Le tiembla la barbilla al suspirar, le queda en la garganta un sabor a calor con polvo, a la tierra hervida de aquél pueblo de las tres y veintisiete.

6

Empieza a caminar y camina cada vez más rápido, corre: Se dirige al consultorio del doctor Reyes para gritarle a la cara su rencor. Este odio nuevo (un odio no creador, pero tampoco ciego) lo lleva a toda prisa, a pesar de que está consciente de lo idiota de su razón de ser. Un odio solo comparable con el que se siente cuando se le reclama al mensajero por anunciar la caída del reino; pero que, sin embargo, no puede contenerse.


7

Marcial corre con el sudor y el polvo haciendo sal en sus arrugas; corre y no se da cuenta, hasta sentir el golpe, del carro de un turista, miembro de aquella raza extraña a la que se le ocurre utilizar coches en este pueblo a las tres y media.