lunes, 26 de octubre de 2009

La boda de mi tío

La verdad es que me veo bastante bien con traje

Me veo bastante bien porque realmente parece que estoy usando un traje.
Es decir, realmente es un traje, pero no es realmente un traje.
Es un disfraz.

Es como pintarme un rayo en la frente y decir que soy Harry Potter. Si me pinto un rayo en la frente me convierto en Harry Potter, aunque realmente no soy Harry Potter, pero para el caso sí me convierto en Harry Potter.

Claro, no me fui a la boda disfrazado de Harry Potter. Me fui a la boda disfrazado de traje. Esto quiere decir que me di un buen duchazo, que salí de la regadera con la toalla amarrada a la cadera, que limpié el vaho del espejo para poder cepillarme el cabello, que me puse la camisa, el pantalón, la corbata, que boleé mis zapatos, que me puse el saco y el pisacorbatas, que acomodé los puños, que me cubrí de una nube de loción fina, que limpié mis lentes, que acomodé por sexta vez el nudo de la corbata.

Luego salí a la calle- y realmente parecía que estaba usando un traje.Pero en el fondo no era un traje, era aquél disfraz de adulto que me pongo.

E igual que como cuando me disfrazo de Harry Potter no puedo empezar a hacer magia (porque en el fondo no soy Harry Potter por más que lo intente), cuando me disfrazo de adulto no soy realmente adulto. Soy yo disfrazado de adulto

Y por eso tengo que dejar una clave para no empezar a creer que realmente que soy adulto, porque luego sucede que cuando uno se pone un traje la gente te ve y piensa "Oh, allí va un adulto" y de tanto que te ven y que te piensan empiezas a creer que realmente eres un adulto.

Y pensar que eres un adulto cuando en realidad sólo estás disfrazado de adulto es un grave error. Es como aventarse del techo con una escoba entre las piernas porque piensas que eres Harry Potter sólo porque estás disfrazado de Harry Potter y terminas con la pierna rota y el culo astillado.

Por eso decidí dejarme pistas para no empezar a creer que realmente soy un adulto. Un rastro de migas de pan entre mi yoez y el concepto de ser un adulto.

Por eso opté por usar un calcetín verde y un calcetín guinda. Así la gente que me veía pensaba "Oh, allí va un adulto" mientras yo, por lo bajo, me recordaba "Nadie, excepto tú, lo sabe".

jueves, 22 de octubre de 2009

Marlboro rojos.

Es la sala de aduanas más limpia del mundo. Yo espero en la fila entre un grupo de monjas y una pareja de pakistanís. Las monjas no hablan entre ellas, la mayoría se dedica a estrujarse las manos. Hay una monja enana que parece pingüino.

El gringo que me toca no parece mala gente. Me pide los papeles, los revisa y dice Humbértou como confirmando. Luego sonríe. En serio que no parece mala gente.
-¿Álgou que declarare?
-Nope.

Asiente, se pone los guantes, y se dedica a explorar mi maleta. Saca las tres cajas de Marlboro rojos y los pone sobre la mesa. Yo espero y pienso y me pregunto si estoy nervioso. Como no estoy temblando lo más seguro es que no lo estoy. Si no tiemblo es porque no lo estoy. Y la verdad es que no lo estoy. Seguro que no lo estoy porque el gringo no parece mala gente. Él sigue revisando con sus guantecitos. Yo no me apuro; amén de los cigarros, unos libros y bastante ropa, no llevo nada más.

-¿Pour cué tantous cigarrilios, Humbértou?- me pregunta mientras cierra mi maleta sin haber guardado las cajas.
-‘Cause I smoke a lot- le respondo.

El gringo me observa y sacude el bigotito. Se pone a revisar algo en la computadora y yo no dejo de preguntarme si me podré robar un par de guantes. El gringo termina de darle al teclado, toma mi pasaporte y visa y los vuelve a revisar. Los pone sobre la mesa, lo mismo que la palma de sus manos.

-How old are you, Humbértou?
-Just turned 19 last month.
-And why are you bringing so many cigarettes, Humbértou?
- Because I smoke a lot, I’ve already told you- le respondo. El gringo acomoda las cajas paralelas las unas a las otras. Me observa. Las observa. Me observa. Las observa. Vuelve a la computadora.
-How much time are you planning to stay in the country, Humbértou?
-Just a couple of weeks.
-And you really need thirty packs of cigarettes, Humbértou?
-Well… I smoke ‘round two packs a day, so yeah.
-Geez, two packs a day… that’s a lot for a young guy like you, isn’t it?
-You could say, yeah.
-Aren’t you worried about your health?
-Not really.
-Smoking causes cancer, you know?
-I know.
-And why do you keep smoking, Humbértou?
-‘Cause I already have cancer, sir.

Se congela. Lo que sea que estuviera escribiendo lo interrumpe. Voltea a verme. Parece estar a punto de decirme algo, pero no le sale. Entro para salvarlo.
-It’s pancreatic cancer, you know? My lungs are fine, if that’s what’s keeping you worried.
-I’m sorry.
-You don’t have to be. You didn’t knew.

Y me observa, pero no como antes. La lástima en las pupilas siempre me ha parecido una lástima de pupilas. El gringo vuelve a lo suyo mientras evita mirarme a los ojos. Sella lo sellable y anota lo anotable con un silencio tenso. Yo me voy enrollando la bufanda en el dedo.

-I think that’s about it- me dice mientras vuelve a meter las cajas de Marlboro en la maleta- Good luck, Humbértou.
-Thanks.

Cojo mis cosas y salgo de la aduana. Salgo. En la sala de espera diviso, a lo lejos, a mi tía y a un par de primos. “Camina y sonríe” me digo “Camina y sonríe, sí señor”. Los abrazos y los besos con saliva en la mejilla. No sé qué hacer cuando noto los lagrimeos de mi tía que no puede creer que esté tan grande. Yo, en cambio, no puedo creer que mi prima esté tan buena. Yo ni siquiera sabía que tenía una prima, pero es ella quien toma mi brazo para dirigirnos a la salida. Mi tío ya nos estaba esperando en el carro. No es un buen carro, pero es un carro, qué caray.

Parecen horas lo que nos toma en llegar a la casa con tanta pregunta que me van haciendo. La mayoría son preguntas para saber el estado de salud de parientes de los que yo nunca oí hablar (¿Apoco tengo un tío Amadio?). Para enfado de mi tía le confieso que soy un pésimo informante porque soy pésimo chismoso, y qué le vamos a hacer. A veces mi prima me toma la mano y me pregunta cosas del país. Tiene acento de pocha, pero a mí de cualquier forma se me para cuando me toca. En esas estaba cuando mi tío anunció “Ya llegamos” y yo tuve que hacerme el idiota unos minutos para que se me calmara el asunto y poder bajar tranquilo del carro. La casa no es una linda casa, pero por lo menos es una casa.

Saludo a un par de primos que no sabía que existían mientras mi tía me da instrucciones para llegar a mi cuarto y dejar la maleta. El cuarto en sí no es un gran cuarto, pero no es un mal cuarto. Aprovechando que me dieron tiempo para poder acomodarme me pongo a vaciar la maleta sobre la cama (que no es una gran cama, pero qué le vamos a hacer). Calcetines, calzones y playeras a los cajones. Los libros los voy apilando en el buró. Las cajas de cigarros me las acomodo bajo la axila y salgo al pasillo para buscar el baño.

Por suerte el baño es un gran baño, y hasta da gusto cagarlo. Cuando salgo me encuentro a mi prima y le sugiero que no entre. Me sonríe. Ay, qué cosa.

Del baño bajo a la sala y me encuentro a mi tía acomodando papeles en un escritorio.
-¿Todo bien, m’hijito?
-Sí, tía.
-¿Ya viste dónde está la cocina, el baño?
-Sí, tía; ya vi.
-Muy bien, muchachito.
-Aquí le dejo sus cigarritos, tía.- y me enciendo un Raleigh.

martes, 6 de octubre de 2009

Reseña.

Hace 18 años que me fui de D.F.. Hace 4 que hablé francés por primera vez. Hace 5 que escribí mi primer cuento serio. Hace 10 que dejé de vivir con mis abuelos. Hace 14 que se me cayó el primer diente. Hace 17 que acabé mi primer libro de Mafalda. Hace 8 que uso lentes. Hace 5 que llevo bufanda. Hace 12 que usé, por primera y única vez, mi carta de los padres divorciados para no hacer la tarea. Hace un año que conocí a Zamara (y a la subsecuente mesnada de locos que vinieron a cambiarme la vida). Hace 9 años leí mi primer libro adulto, y hace 8 que tuve mi primera computadora.

Y aún así, creo que nada realmente interesante me ha sucedido.

(fuente)

viernes, 2 de octubre de 2009