martes, 10 de marzo de 2009

El cortijo

Y es que, para mí, el Cortijo siempre fue algo mágico por las noches. De pequeño (o no tan pequeño, 10, 11 añitos; pero bah) solía ir mucho porque mi madre tocaba en el café literario todos los viernes en la noche. Entonces, yo iba, la acompañaba, y me dedicaba a matar el tiempo corriendo y recorriendo todo el lugar. Me inventé mis juegos, mis miedos, mis supersticiones. Imaginaba templos, castillos, ejércitos, compañeros de guerra que morían, féminas guerreras bastante idénticas a las chicas lindas de mi escuela a las que había que echarles la mano (que hasta en la imaginación tengo mi lado feminista, puesto que mi excusa para rescatarlas era siempre la cofradía pura y dura, y no la frágil excusa de la defensa por el género) y, sobre todo, las sombras de las cuales corría, por las cuales me arrojaba -con total desprecio hacia mis pobres pantalones- por las escaleras. Porque, deben saber, mis enemigos imaginarios han sido algo siempre constante en mi vida. De hecho, el primer y único hueso que me he roto (por más que te sorprenda, únicamente ha sido uno) involucró un round de box, el puñetazo bien conectado de un negro imaginario con pantalones cortos, y un barandal de cuna flojo. Incluso en estos tiempos, suelo andar por la calle (por lo general cuando voy al OXXO por cigarros para mi madre) dando golpes y patadas al aire, y sacando de pedo a los que pasan.

En fin, del Cortijo me aprendí todos los apagadores, todos los cuartos de baño, todos los recovecos, todas las formas de colgarse, de subir a los techos, de pasear por las cornisas, todas las formas de abrir las ventanas flojas, todos los escalones, todo, todito, todísimo de memoria. Y había una niña, Andrea, de la que sólo recuerdo los lentes, los pantalones de mezclilla (siempre usaba unos del mismo corte… ¿o habrán sido siempre los mismos?) y el cabello castaño. Y ella fue algo así como mi primera novia; e, incluso hoy día, me descubro utilizando su nombre en algunos de mis cuentos.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

tssss yo no tengo recuerdos así...

y me da envidia... jiji

Do the Doo dah dijo...

Agh, tengo café en la sangre; esto no es bueno.


Las bufandas son rojas.


Las rosas... tambien (lo siento, tengo café en la sangre, juro que no quiero llamar la atención, juro que amo el color rojo)


Alabestia...


Sorpresas de madrugada, jiji.

Carolina dijo...

Hola, otro cronopio que vive en Tijuana... yo vivía en Tijuana, vivía y viviré.
Soy de ensenada.
Vivo en Santiago.
te gustan mucho las bufandas?

Carolina dijo...

Eres la primera persona que de da cuenta de lo de magritte :)
¡Me pusiste en tus links!... si supiera cómo ejecutar tan avanzada acción, te pondría en mis links, pero como podrás notar no existe tal cosa como "mis links". jeje
¿Qué estudias? :)

lamatce dijo...

...ya sé! total desprecio hacia tus pantalones...y a tu pobre madre! ja ¡claro que lo recuerdo!