sábado, 6 de diciembre de 2008

Un puñado de estrellas y de alegría

Puntual. Insobornablemente puntual. Demasiado puntual. Tristemente puntual. Y además de puntual, paciente. Insobornablemente paciente. Demasiado paciente. Tristemente paciente.

Alguna vez intenté un cuento de alguien que esperaba y esperaba, que pensaba lo que yo pienso cuando no queda más que abusar del tabaco, de la eterna taza del café y de la buena voluntad de los meseros. Algo así como "ya viene, ha de haber tráfico" aunque venga a pie, o "seguro entendió seis en vez de tres" que, total, se parecen, ¿no? "va a llegar, va a llegar, no se le olvidó, claro que no se le olvidó" cuando sabes que se le ha olvidado "¿Le mando un mensaje? no... no, no, no. Va a pensar que la presiono, y no quiero presionarla" pero bien sé que quiero presionarla.

Decía una amiga que esperar tanto va en contra de la dignidad, del autorrespeto. Que el que otra persona abuse así de tu tiempo es imperdonable, inexcusable, que no hay porque excusar a quien no se ha preocupado por llegar a tiempo.
Pero vengo a ser de esos tontos que se pueden pasar cinco horas pensando en cuál taxi, en cuál camión viene ella. En buscarla en todas las caras, todas las faldas, todos los sacos, todos los vestidos. De esos que se preguntan porqué todos los carros se parecen al de ella. Que el color del carro sea blanco es lo de menos.
Y, para colmo de mi querida amiga, ni recrimino, ni pienso siquiera en las cuatro horas de espera, en el dolor de garganta mezcla de frío y raleigh, en la pierna agotada de estar temblando, en la tortícolis por haber estado volteando tanto. Sencillamente me lleno de gusto, de gozo, de cariño. Porque llega, porque ha llegado, y -me sale el Benedetti- la noche se me vuelve un puñado de estrellas y de alegría.

2 comentarios:

Viena dijo...

Me gusto, me da gusto leerte.
Oye, que tipa tan arrogante
tu amiga =) Creo que eso de esperar es una gran cualidad muy tuya y se respeta. Gracias

Anónimo dijo...

Ja.

Ja.

Ja.

Ya vuelve, azulito con zapatos cafés que terminan por gustar y hacerse tuyos.

Ajá, con el medio anonimato de que sabes cuál anónimo soy.

(Soñé con tus horribles persianas que tanto odiamos.)