jueves, 14 de octubre de 2010

Prolegómenos.

Mi nombre es Santiago Izquierdo, y soy el personaje de una historia.

Es importante entender que aunque la historia pueda o no ser intrascendente, yo soy sólo el personaje, y nada más. Bien podría ser un hombre enamorado. No un hombre especial, no. De lo que estoy hablando es de un hombre común. Un peatón. O bueno, sí, también podría ser un hombre especial, uno de esos hombres con suerte, con un destino marcado, con una sombra dorada.

En fin, pongamos que este hombre, especial o no, se enamora. Pongamos que me enamoro. Y ese amor podría ser común o espectacular, todo depende de la historia. La depositaria de mi amor podría también ser tan especial, o tan pedestre como cualquiera. Podría corresponderme o no, como a veces pasa. Podría ser mi vecina, o vivir en el centro, o en París, o Bogotá, o Beijing, o Coyoacán. Podría vivir en un barrio pobre, o en una residencial privada. Podría tener un padre muerto, o un mal empleo, o un apartamento con vista al mar, o zapatos de tacón, o un vibrador en el cajón. En fin, aunque sea difícil de entender, podría ser tan personaje como lo soy yo. Y entre estos dos seres que somos, cotidianos o no, podría haber una historia, cotidiana o no, que podría dar resultados espectaculares. O no.

Por suerte hay a quienes les gusta hurgar en esas historias, comunes o no, y todavía más: les gusta imaginarlas o vivirlas. Y pueden ser tan corrientes o tan fabulosos como el siguiente. Lo realmente sorprendente (o por lo menos me lo parece a mí, que soy muy bobo y no sé cómo es la vida) es que no haya gente sin historias. Y cuando me entero que hay gente con familias propias, y cuadernos propios, y psicosis, y hábitos, y cajones repletos propios, no sé, me da como un escozor porque de lo único de lo que he estado pendiente en mi vida es de mis propias psicosis y hábitos y cajones repletos. Y más curiosidad me da saber que hay más historias y más mundos y distintas impresiones de un mismo cielo. Y me sorprende que haya amores que no son el mío, y que haya sueños que no comparto, y que haya risas, o gritos o llantos u orgasmos que no escucho. Y que no escucharé jamás, por cierto. Y todo esto a ustedes le parecerá muy obvio y bobo, pero, no sé, como que a mí no me entregaron un manual de la vida diaria, ni de la realidad ajena, ni nada por el estilo. Seguramente lo dieron un día que me hice el enfermo y falté a la primaria y por eso me sorprendí cuando todos se empezaron a saludar de beso.

Mi nombre es Santiago Izquierdo, y bien podría ser el personaje de una historia. O no.

No hay comentarios: