sábado, 19 de julio de 2008

La mancha

Y a él se le ocurrió preguntar a las 12.30 de la noche

-¿Qué escribo?-

Y ella respondió:

-Algo de un alienígena-

Minutos después, él preguntaba:

-Un alienígena, ¿y qué más?-

Y ella.

-Y un perro-


Y así salió esto.



Saúl Omar despertó a media madrugada. En medio del habitual silencio nocturno de su casa de campo, se escuchaba el seco andar de quienquiera que estuviese merodeando por su sala. Sin dudarlo, y con la mayor calma posible, Saúl Omar sacó su rifle del armario y tomó dos cartuchos nuevos en completo silencio. Tan sólo se escuchó el sordo «tchk» del arma al cargarse.

Abrió la puerta del cuarto, bajó las escaleras, cruzó el pasillo, llegó a la sala. Una serie de huellas azules semi-fluorescentes llegaban a la puerta del baño. Una luz azul salía entre las orillas de la puerta. Saúl Omar tragó saliva, empuñó el rifle, y soltó una patada que dejó en astillas el marco de la puerta.

Dentro, una criatura se limpiaba su mano de tres dedos con papel de baño. Su primera reacción fue voltear a ver a Saúl Omar con aquellos ojos negros largos, enormes, con los párpados fijados verticalmente. Saúl le encajó un disparo entre ojo y ojo.
Salió completamente asqueado del baño. Gotas de esa sangre - a la vez metálica y líquida, como el mercurio- todavía se deslizaban por sus piernas velludas.

Salió a vomitar al jardín. Las huellas fluorescentes iban todavía por ahí. Cuando escupió el último resto de su cena, notó que algo brillaba con mayor intensidad cerca del pozo. Se dirigió hacia allí con el estómago todavía revuelto.

Cuando llegó, encontró a su perro, Flavio, tirado entre la maleza. Parecía muerto, pero todavía respiraba. Lento y pausado, a veces casi ronco; pero respiraba. Su pelaje tenía montones de las manchas fluorescentes.

Saúl Omar celebró, satisfecho, que su viejo ovejero siguiera vivo. Sin embargo, al momento de acercarse para comprobar que no tuviera herida alguna, Saúl Omar lo descubrió: las manchas fluorescentes que se distribuían por todo el pelaje de Flavio estaban especialmente concentradas en su zona genital. El perro no estaba muerto, estaba cansado; y Saúl Omar comprendió qué era lo que estaba limpiándose el alienígena dentro del baño.

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