domingo, 10 de mayo de 2009

Opciones

Podría hablar de la crema, y pontificar sobre el horror que representa para el mundo. Para el mundo de mi dermis, me refiero.

Podría hablar también de los insectos. Hablarles del horror que me causa el descubrirlos en mi cuarto, y de la urticaria psicológica que le sigue al descubrimiento.

También podría hablar de mi techo, o de mis fotos, de mis mapas, de mis cuadros, de mis botellas, de mis discos… ay, en fin; de todas las encantadoras y mágicas mugres mías.

Podría hacerte también un análisis estético del disco de fados que me prestó Rodolfo (mi vecino, el madrileño), o de cómo la saudade intrínseca del fado -y más concretamente- la de Zeca Afonso- me es absurdamente familiar. La saudade y yo como uno mismo, o La nostalgia de la saudade en la lengua española, suenan a buenos títulos para ensayo sociológico, pero… ¿cómo hablar de algo que no se tiene, o no se siente, bajo el espectro de mi cultura idiomática? La saudade viene a ser algo así como el símil lingüístico de la “envidia del pene” freudiana.

De la misma manera, podría divagar sobre Silvio y la continua necesidad que tengo de revivirlo. Sí, en efecto, de cuando en cuando se me muere el tal Rodríguez, y me veo forzado a (repito) revivirlo. Más concretamente, a revivírmelo. Y es que, de serles sincero -sé bien que sonará a blasfemia-, de un tiempo para acá el cubano me aburre horrores.

Podría también contarles que llevo los últimos tres o cuatro días leyendo sobre dinastías europeas. No sólo me conozco al dedillo las dinastías francesas, sino que ahora puedo presumir que tengo mi modesta base de conocimientos sobre las coronas españolas, portuguesas e inglesas. Cabe mencionar que la razón de mi apatía hacia Alemania e Italia se debe a la enorme confusión que me provocan sus líneas dinásticas -o falta de ellas-; pero es que, ¿no les causa desesperación esa ridícula cantidad de ducados, condados, principados y demás yerbas de olor?

Me he estado mordiendo el labio todo el día, de eso también podría hablarles. Sangra, y ya está medio inflamado. Sabe rica la sangre; y tengo el extraño impulso de echarle limón y sal. Ardería como el carajo, pero les aseguro que sabría mucho mejor.

Y bueno, en general podría decirles muchas cosas (casi nunca me faltan cosas que decir), pero hoy ando con cierto desgano en cuanto a profundización se refiere. A esta hora de noche no puedo dejar de pensar que la quiero, y que es por ella por quien me muerdo los labios.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

soy fan!

fanfanfanfanfanfan

auuuchh!!! ya no se muerda los labios jovenoo!!!

Carolina dijo...

y por eso ya no he escrito... todo se ve tan superficial!!...

a veces somos tan iguales que me pregunto si no seremos la misma persona... un tema de reencarnación y almas... nació la misma persona en dos lugares diferentes...
ya estoy diciendo sinsentidos... necesito mi cafe!

Zamara dijo...

Eres un cursilongo del carajo, mi vida.

Hey, hey.

¿Cuándo llega David?

Jaja, hola, Humberto.

Anónimo dijo...

Yo quiero saber a quién quieres tanto como para morderte el labio hasta sangrar.
*abrazo y baile*