Me senté en tu mesa, en la que solías compartir con tu madre.
Yo hacía lo que hago desde siempre: vagar de mesa en mesa.
Entonces, te digo, dí con la misma mesa que antes rondaba, cigarrillo en boca, para ver si me notabas.
Y me senté en tu lugar, el que siempre ocupaste.
Y no sé cómo, pero de la nada empezó a oler cabronamente a ti.
Así como a jazmines picositos.
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