Había sillones color beige bastante deshilachados y una infinidad de manchas en la alfombra; y latas de tecate tiradas por el piso, ceniceros desbordados de colillas, mesas tapizadas de ceniza, y un olor a moho con comezón y polvo. Yo no los conocía más que de vista, y no tengo idea de por qué me habían invitado. Pero ahí estaba, y ellos hacían una parejita tétrica; ella toda vestida de negro, gorda, blanca, con un septum enorme y sin cejas. ¿Por qué no tendría cejas? El tipo en cambio era alto, moreno, con una cola de caballo, ojos saltones y una chamarra de cuero con estoperoles. Y no me hablaban. Él hacía otro churro mientras ella se pintaba las uñas y olía la acetona. Mientras, yo me hundía en el sillón y me dejaba ir en el viaje. No le había avisado a nadie que me fui con ellos Andaba demasiado drogado cuando la muchacha me dijo “¿quieres venir con nosotros?” mientras me llevaba de la mano a su carro. Nunca había hablado con ella, pero la conocía de vista de cuando la secundaria.
Yo pensaba que él se había empezado a masturbar porque agitaba demasiado la mano. Pero no se masturbaba, nomás le daba vueltas al barril del revólver. Las fue contando “una, dos, tres, cuatro, cinco” al tiempo que acomodaba, frente a mí, y en la mesa, las balas que iban a quedar afuera. Puso el cañón en su sien y jaló el gatillo. Tchk. Se lo pasó a la muchacha con la mayor naturalidad del mundo. Ella dudó un momento, pero la pistola hizo Tchk. Luego llegó a mí. Me sorprendí por la calma que tenía. Lo juro, mientras el cañón pasaba por entre mis dientes y hasta mi lengua (no sé por qué preferí la boca) yo no dejaba de pensar “¿por qué carajos no te tiembla la mano?” Y ni siquiera lo pensé dos veces; nomás pulsé el gatillo.
Tchk, y las enormes ganas de vomitar.
Lo aventé como si le hubieran pasado corriente, y al aventarlo la culata del revólver pegó en la orilla de la mesa, dio una pirueta y cayó a medio metro de donde estábamos. Yo nomás lo veía e hiperventilaba; mientras los otros tan callados, tan tranquilos. Con la sangre más fría del mundo el tipo se levantó, dio dos pasos, se agachó, tomó la pistola, regresó y me la puso en la mano. “Ahora va de reversa”. Y mi voz en un hilo, No, no mames, no…; y él, No sea marica; No, vas tú, ¡vas tú!; Pinche bato maricón, wey. Y sí, habrá sido muy maricón, pero el cañón ya apuntaba a su sien, Fue girando lentamente su muñeca de tal forma que yo pudiese ver sus uñas gruesas, sus uñas chatas, sus uñas sucias, sus uñas toscas. Y luego Tchk.
A ella sí le temblaban las manos, y lo sudado de sus dedos gorditos dejaba que resbalara un poco la pistola. Aún así, ella la acomodó bajo su barbilla, recargó el índice en el gatillo y dejó el meñique levantado. Y ella lo veía a él, a su novio, con ojos nerviosos. Pero él se había puesto a hacer otro churro y no la miraba. Y en lo que me tripeaba viendo cómo sus dedos acomodaban la marihuana en el papel arroz, escuché el quinto Tchk.
Ésta vez sí temblaba, sudaba frío y sentía cómo se me dilataba el esfínter. Estoy a punto de cagarme, pensé mientras veía como ella y él no dejaban de verme la boca. Y bajé los ojos para ver, para enfrentarme al revólver que estaba en mis rodillas. Y lo tomé, y sentí su peso en mi mano, luego el sabor a metal en la boca, y luego amartillé. Y cerré los ojos.
Entonces, sonó el celular, y ella no hizo nada por responderlo. Dejé caer la pistola, me levanté, y trastabillé hasta la puerta. Ya estrujaba la manija en los dedos cuando escuché el "¡Hey!" y sentí lo frío del cañón en la nuca. Y luego el Tchk y la carcajada.
4 comentarios:
Me gustó, condenado.
No mames, ayer estuvo bien chistoso verla ahí. Jajaja, me caes bien. Llegaste en mal ratito ayer.
Un beso, bye.
QUE NERVIOS!
...Y MIEDO :P
ayyyy! me gustó y ya van como tres veces mas que lo leo y se lo combidé a una amiga.. XD
¡Me angustió mucho!
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