N. del A. Este es otro de los capítulos de la novela. Es tan terriblemente corto y encantador, que no pude evitar postearlo. Un saludo, pues.
El truco está en echarle sal al sartén.
-¡Mira! ¡Acabo de hacer tres huevos estrellados perfectos!
-Eso es jugar a ser Dios, Santiago.
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